En estos últimos meses han ocurrido una serie de eventos no
muy agradables según nuestra manera de ver, sin embargo, en ningún momento el
Señor nos ha dejado, por el contrario, puedo afirmar que lo que hemos vivido
como iglesia, como grupo ministerial y pastoral, es con un propósito claro de
Dios, está trabajando en nuestra paciencia, fe y misericordia.
A lo largo de este desierto hemos podido ver la mano de Dios
sosteniendo nuestras vidas y ministerios sin falta alguna, de manera clara el
Señor se muestra ante nuestros corazones y nos impulsa a seguir adelante, el
día de hoy un versículo bíblico ha estado constante en mi mente, al tiempo que
vienen parte de las circunstancias y personas que quieren detener la obra de
Dios.
Para ser un poco más claro con respecto a las
circunstancias, puedo decir que hay gente peleando territorios que ya le
pertenecen a Dios y posesiones materiales así como intereses humanos y vanos de
los cuales nosotros mismos abdicamos hace ya tiempo, sabiendo que nada material
puede satisfacer nuestra necesidad mas importante como lo es Jesucristo.
El verso que tenía en la mente es Hebreos 13:5
Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que
tenéis ahora; porque él dijo: No te
desampararé, ni te dejaré; Hebreos 13:5
De lo cual entiendo la palabra “costumbre” como algo
sumamente importante, la idea vivir sin avaricia debe ser constante, una
práctica que llene la vida de los hijos de Dios así como la gratitud por la
provisión de Dios. Estos dos atributos, la práctica de no ser avaricioso y la
gratitud por lo que Dios ha dado, básicamente están unidos por el
contentamiento, al entender con alegría los términos en que Dios nos provee
podremos estar felices de lo que tenemos y lo que no; aun cuando no entendemos
los medios por los que Dios provee a sus hijos podemos contentarnos con lo que
tenemos por medio de la fe.
Bajo las circunstancias que nos rodean en el ministerio nos
hemos dado cuenta de que el mundo pelea cosas materiales y Jesús nos ha llevado
a ver su provisión cada día, no tenemos que pelear por nada material porque
nuestro tesoro no es de esta tierra, nuestro tesoro es la persona de
Jesucristo. ¿Qué mayor tesoro podría tener el hombre? Si nuestra porción,
nuestra heredad es el mismo Jesús. Él mismo prometió que no nos desampararía, ni
nos dejaría. Bajo esa promesa podemos ver la paternidad de nuestro Dios y el
constante socorro que podremos experimentar de su mano. Sin embargo, para
experimentar esa provisión hay que abdicar de todo lo material, renunciar a todo
lo que es vanidad y se disuelve, para creer en un mundo espiritual en el que la
provisión de Dios se vuelve constante y equivalente a la fe que tenemos sobre
su provisión.